martes, 28 de agosto de 2018

La importancia de volver




Este verano, en un momento vacacional, salimos una amiga y yo, con nuestras respectivas hijas,  a “navegar” con un patín de pedales de agua, de esos que vas pedaleando y dirigiéndolo con una pequeña palanca a modo de “timón”. Salimos entusiasmadas y con ganas de explorar algunas calitas cercanas.   Llegamos a una calita de agua cristalina y sin apenas oleaje. El paraíso. Disfrutamos un ratito bañándonos en sus aguas, dejándonos flotar, observando a los pequeños pececillos... pero al cabo de unos minutos teníamos que volver. Cuando emprendimos el regreso a la playa nos encontramos en una zona de ciertas corrientes submarinas que evitaban que nos dirigiéramos de nuevo a la orilla y nos provocaban entrar en bucle sin avanzar hacia nuestro destino. Sudamos lo nuestro probando diferentes maniobras para salir de allí, alejarnos de las rocas y encauzarnos de nuevo hacia la orilla. Finalmente, y después de unos largos minutos conseguimos salir del bucle y orientarnos hacia la playa sin más altercados. Exhaustas, medio mareadas y agotadas llegamos por fin a tierra firme.

En esta más o menos “absurda” experiencia tomé mejor consciencia de la importancia de volver.

No es llegar… es “volver”.

El verano nos invita a salir y disfrutar de otra manera, a deleitarnos del mar, la montaña, el sol, de otros lugares; nos  brinda, para muchos, unos días de vacaciones para hacer algo nuevo, para saltar de la rutina, y facilitar a nuestro cerebro y biología entera un proceso de oxigenación y goce. Es una época del año imprescindible para desconectar, descansar y disfrutar de otra manera. Pero todo llega a su fin, y tarde o temprano hay que volver. La vuelta la solemos vivir con cierta resignación y malestar, pero hay que hacerlo.

Volver a casa, al lugar de partida; volver con los nuestros, nuestra gente; y sí, también, volver a la rutina, al trabajo, a los horarios y a los plazos. Después de unas semanas de ocio volver “a lo de siempre” se puede convertir en todo un reto para evitar los posibles “daños colaterales” de desánimo, abatimiento antes de empezar de nuevo, y la llamada “depresión post-vacacional”. Tarde o temprano tenemos que volver al mundo ordinario, como expone la metáfora de El Viaje del Héroe.


"El hombre viaja por el mundo en busca de lo que necesita 
y vuelve a casa para encontrarlo"
Georges Augustus Moore

Volver es importante. Es la evidencia  de que no nos hemos perdido, y hemos podido salir de los bucles, de las trampas, de las mareas, del bosque encantado, y de las profundidades rocosas de un país lejano. Es la señal de que sabemos de dónde venimos, a pesar de los inconvenientes, obstáculos e impedimentos que nos hemos podido encontrar. Es la evidencia de que sabemos de dónde somos, qué lugar nos pertenece y a qué lugar pertenecemos.  El ciclo del viaje debe cerrarse, debe volver al punto de partida, aunque nosotros, después de la aventura, ya no seamos los mismos que la iniciaron.

El ciclo de cualquier etapa de nuestra vida que consiste en “estar ausente” del mundo ordinario, de la rutina y la “normalidad” (sea bien por unas vacaciones, un periodo de trabajo fuera de nuestra ciudad o país, una enfermedad grave o un proceso de reconstrucción psicológica y emocional)  debe concluir. Después de las aventuras, los aprendizajes y los logros que hemos ido adquiriendo durante nuestro periplo, hay que volver a casa. Así es la historia de cualquier héroe; es la historia de cualquier etapa de nuestra vida y de toda nuestra vida entera. Saber volver es importante. Y también saber volver a nosotros mismos, cuando nos dejamos perder entre los avatares de la vida, o en circunstancias que irrumpen nuestra cotidianidad. Saber volver para empezar otra vez,  de otra manera, reciclados, refrescados, renovados.

Termina una aventura y empieza otra; siempre dentro de la emocionante aventura de vivir.
Feliz vuelta.


miércoles, 1 de agosto de 2018

La cuarta F: La felicidad




Hace más de un año escribí bajo el título de El poder de las 3F’s (apartado que he mejorado y enriquecido para #LiderandoRetos, editado por Gestión 2000 este mismo año); un artículo sobre tres aspectos a tener en cuenta para la consecución de objetivos: Foco, Flexibilidad y Filtros. Al cabo de unos días de publicar aquella entrada y hablando con un buen amigo al respecto, este me comentó: Te ha faltado la cuarta F: la de Felicidad. Cuánta razón tenía. Ahora, más de un año después, lo retomo.
Nos disponemos a seguir la vida, incluso a alcanzar nuestros sueños, y a menudo nos descuidamos de nuestros propios valores personales o vitales y de la importancia de mantenernos felices mientras seguimos viviendo.

La felicidad es un concepto sobre el cual grandes figuras de la filosofía, neurología, y psicología han escrito, estudiado y llegado a sus propias conclusiones. Por experiencia propia, puedo decir que la felicidad no es algo que “viene”, es algo que se “crea”; y sí, implica grandes dosis de voluntad y coraje para alcanzarla. ¿Desde dónde? Desde lo más profundo de uno mismo; desde las entrañas de cada persona que se proponga ser feliz. La premisa siempre será: querer serlo. Se trata de una actitud y decisión consciente.

Hace unos días leí un artículo de Noelia Conrado bajo el titular: El secreto de la felicidad, según 12 de los filósofos más sabios de la historia y me he inspirado para escribir esta entrada.
Tal y como señala Conrado, “Unos son felices ganando dinero; otros, recibiendo honores, y otros viajando. Cada cual posee el secreto de su propia felicidad. Pero para eso hay que conocerse bien a uno mismo, claro está, y saber qué se quiere." De esta frase se presuponen varios puntos: 


1      Que la felicidad existe

2     Que no tiene un patrón común, cada uno es feliz a su manera

3     Que tenemos la habilidad de conocernos a nosotros mismos

4     Que podemos saber qué queremos


La felicidad en sí mismo es un valor que lo podemos tener en cuenta en nuestra existencia o no. Más allá de las adversidades, los procesos de cambio más o menos dolorosos, y los conflictos que podamos tener a lo largo de nuestra vida, existe (si nos ocupamos de desarrollarlo) un estado intrínseco que nos permite, a pesar de todo, sentirnos a gusto y satisfechos con nuestro estilo de vida; estar atentos a aprender y mejorar, observar los puntos críticos y ponernos a trabajar en ellos para seguir siendo felices, o volver a serlo, si en algún momento hemos perdido ese sentir. 


“En realidad las personas no buscan la felicidad, lo que quieren es hacer cosas que den sentido a su vida para sentirse felices. 
 Aldous Huxley


El concepto de felicidad es muy subjetivo. Como dice Huxley, tiene que ver con dar sentido a la propia existencia; el sentido de la vida. Y el sentido de nuestra vida tiene que ver, con el sentimiento de autorrealización personal, descubrir los valores que nos llevan y nos mueven a vivir de una manera determinada. La felicidad misma está vinculada a otros valores, también muy subjetivos: la paz interior, el dinero, el amor, el estatus y reconocimiento social, la libertad, la soledad, etc. Para muchos filósofos, la felicidad está relacionada con, como dice Conrado, conocerse bien a uno mismo.
Cada uno de nosotros somos dueños de nuestra propia vida y en nuestras manos está cómo queremos vivirla. Pero si no nos conocemos, si no apostamos por nuestro propio desarrollo personal, nunca descubriremos qué es lo importante para nosotros, cuáles son nuestros valores vitales, qué es lo que nos mueve a la hora de tomar decisiones y conseguir nuestras metas, y en qué somos buenos y dónde enfocar nuestras energías para potenciar nuestros talentos.
La felicidad no es gratis. No se nos da; depende de nuestra actitud, del estilo de vida que queramos alcanzar,  de nuestro propio autoconocimiento, y esto nos lo tenemos que ganar.
Al fin y al cabo si nos ocupamos de ser felices, sonreíremos mejor a la vida, haremos mejor las cosas, nos relacionaríamos mejor con nuestros diferentes entornos y personas, seremos más creativos, comprensivos y amables, y eso, inevitablemente potenciaría nuestra propia felicidad. Todos ganamos.

Llegados a este punto te invito a reflexionar:
¿Qué es para ti ser feliz?
¿Qué haces para serlo? ¿Y para no serlo?
¿Cuál es tu estilo de vida deseado?
¿Por dónde vas a empezar?


Gracias, como siempre, por leerme.